domingo, 15 de diciembre de 2013

Soledad.

Es algo que le aterraba, que le hacía encogerle el pecho, sentir un vació profundo, pero aun así se miró en el espejo. Contempló su imagen, se obligó a ello.
Tenía los ojos pequeños, de un azul grisáceo, y vidriosos. -Era la única parte de su cuerpo que no le desagradaba demasiado- Debajo se dibujaban unas grandes ojeras casi negras que reflejaban el agotamiento que llevaba encima. La nariz era, según ella, de proporciones demasiado grandes para su rostro. Estaba irritada por debajo y por los lados, con algunas pieles sueltas a causa de mocarse constantemente y esto la hacía aún más fea. Las mejillas eran carnosas y así le hacían una cara redonda, con una piel tan pálida, sin una pizca de color que casi podía compararse con la de un cadáver.  Tenía el pelo quemado, largo hasta los hombros, enredado, ahora recogido en una simple coleta mal hecha.
Aun llevaba el pijama puesto, no era un pijama de verdad, era una sencilla camiseta gris, vieja, de tirantes, arrapada a la figura que dejaba ver lo escuálida que estaba y el poco pecho que poseía. El pantalón corto de chándal dejaba a la vista los muslos fofos, sin signos de haberlos ejercitado durante años.
Por más que se esforzó no logró ver algo que le gustara, que le pareciera bello. Odio todo aquello.

 Refrenó el impulso de romper el espejo con su propio puño y ahogó un llanto con la mano, hincándose los dientes  hasta hacerse daño. Las lágrimas se derramaron igual por sus mejillas, el hueco en el pecho se expandió. Estuvo sollozando unos minutos hasta que se pudo controlar, se limpió las gotas de un manotazo, se llenó la cara de cosméticos, como para crear una careta con la que ocultarse, y salió del baño sonriendo.


Os confieso:
Comenzó hace más o menos dos años, cuando repetí curso y mis amigas me abandonaron. Ahora lo pienso y queda tan lejano que es como – bah, no tiene importancia- pero en su momento fue horrible. Yo era una niña feliz hasta aquel momento, nada me había amargado tanto hasta el punto de hundirme, pero aquello lo hizo. Que te abandonen en si ya es horrible, que te abandonen cuatro de las cinco mejores amigas que tenías es lo peor. Recuerdo haber llorado cada noche, de hecho creo que ha sido una de las épocas que más he llorado. No sé si fue a raíz de eso, o la sociedad o el maldito reflejo pero cada día que pasaba hundida me costaba más mirarme al espejo. Llegado a un punto, no me veía a mi si no a algo lleno de defectos. Llegados a un punto nada más mirarme lloraba, era sólo cuestión de segundos. Llegados a un punto no me miraba a los espejos, y eso me hacía llorar a un más porque no poder mirarte es muy triste.
Llegué a odiar la vida, a mí misma, a desear que no me despertara nunca. Y cada día que me levantaba era peor, no conseguía afrontar los días. Prefería estar vomitando en casa que salir de ella.
Así pasaban los días, aunque creo que nadie llegó a saber que me pasaba, mi autoestima estaba por los suelos pisoteada pero aun así conseguí ocultarlo bastante bien. Me limitaba a dejar pasar las horas y sonreír con lo que pudiera. Me sentía tan terriblemente sola… quizás debería haber hablado con alguien pero no lo hice.



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